
Una escapada italiana
A bordo de Cupra, descubrimos el lago Como, en Italia; dos días inolvidables en el norte del país, probando y conociendo las nuevas SUV Ateca y Formentor.
Por Paula Velasco
La humedad del verano se abraza a nuestra piel al salir del aeropuerto Malpensa de Milán. De la familia Seat, una Cupra Ateca espera al frente del hotel en el que nos hemos hospedado la noche anterior después de un largo día de viaje. El camino del aeropuerto al lago Como dura 40 minutos y con cada kilómetro se vuelve más sinuoso. El lago abarca las provincias de Como y Lecco y tiene una longitud de 46 kilómetros. Su clima y vegetación lo han convertido en el sitio turístico más idílico de Italia. Rodeado de pequeños y encantadores pueblos, el lago tiene la cualidad cinematográfica de enamorar a cualquiera y no hay nada mejor que tomar un auto, poner a Domenico Modugno en la radio y pisar el acelerador para disfrutarlo.
A nuestro chofer parecen no importarle los vehículos estacionados peligrosamente cerca de por donde pasamos. “Así se hace en Italia”, nos dice con una sonrisa. Las carreteras que rodean el lago Como son imposiblemente estrechas pero la vista es inigualable. Entre los cipreses se asoman las montañas que rodean el lago, adornadas con villas de la nobleza italiana y celebridades de Hollywood. Entramos a Blevio, al este de Como, y bajamos por la vía Enrico Cattori hasta el hotel Mandarin Oriental, donde el equipo de Cupra nos espera para comenzar esta aventura italiana.
La humedad del verano se abraza a nuestra piel al salir del aeropuerto Malpensa de Milán. De la familia Seat, una Cupra Ateca espera al frente del hotel en el que nos hemos hospedado la noche anterior después de un largo día de viaje. El camino del aeropuerto al lago Como dura 40 minutos y con cada kilómetro se vuelve más sinuoso. El lago abarca las provincias de Como y Lecco y tiene una longitud de 46 kilómetros. Su clima y vegetación lo han convertido en el sitio turístico más idílico de Italia. Rodeado de pequeños y encantadores pueblos, el lago tiene la cualidad cinematográfica de enamorar a cualquiera y no hay nada mejor que tomar un auto, poner a Domenico Modugno en la radio y pisar el acelerador para disfrutarlo.
A nuestro chofer parecen no importarle los vehículos estacionados peligrosamente cerca de por donde pasamos. “Así se hace en Italia”, nos dice con una sonrisa. Las carreteras que rodean el lago Como son imposiblemente estrechas pero la vista es inigualable. Entre los cipreses se asoman las montañas que rodean el lago, adornadas con villas de la nobleza italiana y celebridades de Hollywood. Entramos a Blevio, al este de Como, y bajamos por la vía Enrico Cattori hasta el hotel Mandarin Oriental, donde el equipo de Cupra nos espera para comenzar esta aventura italiana.
La villa del Mandarin Oriental alguna vez perteneció a Giuditta Pasta, cantante de ópera del siglo XIX, favorita de los compositores Bellini y Donizetti. Entrar es como transportarse a otro universo, en donde no existen más que el lago y sus alrededores. El romanticismo del paisaje es innegable, lo disfrutamos mientras comemos el almuerzo en la terraza del hotel. Al terminar, las SUV nos esperan para descubrir uno de los oficios más viejos de Como: la maquila de seda. Configuramos la ruta a 13 kilómetros del hotel, en Grandate, donde se encuentra la fábrica de seda Mantero, y nos pusimos en marcha. El trayecto es corto, pero no se necesita más para convencerse de que Ateca es un gran vehículo.
Los caminos italianos necesitan determinación, así que cuando nos encontramos en persona con las cerradas curvas de la vía Enrico Cattori y la carretera a Grandate, no pudimos evitar explotar en risas nerviosas al maniobrar. Afortunadamente, Ateca fue una compañera confiable, ágil y perfecta para una novata en las pintorescas carreteras italianas. El interior de la Ateca es cómodo y panorámico, con todas las amenidades para pasar un buen rato en ella. Su motor de cuatro cilindros y propulsor de gasolina TSI de dos litros le brindó la potencia y velocidad para encarar cualquier curva cerrada a la que nos enfrentamos y pronto llegamos a la fábrica de seda, donde nos recibió Francesca Tongiorgi, brand manager de Mantero Seta 1902.
En la fábrica, establecida en 1902 por Riccardo Mantero, nos muestran cómo diseñan las telas y el proceso de teñido, pero definitivamente lo más impresionante es el acervo textil que guardan y mantienen. Mantero Seta ha trabajado con las marcas de ropa más importantes del mundo y su archivo guarda las telas utilizadas en pasarelas desde los sesenta. Pasear por los pasillos del archivo es como entrar a una máquina del tiempo de la moda. El recorrido termina con una demostración de serigrafía en la que cada color es impreso en los finos hilos de la seda, como lo han hecho por décadas.
Regresamos a Blevio con el atardecer en los ojos y el sol resplandeciendo sobre el lago. En el hotel nos esperaba una sorpresa de Cupra. El Cupra Formentor, el primer vehículo diseñado exclusivamente por la marca, brillaba con la luz de verano frente a nosotros. Su diseño es imponente, la mezcla perfecta entre un vehículo deportivo y una SUV. El color llama la atención: un azul cobalto mate lo cubre mientras que las costuras cobrizas de los interiores lo complementan. “Para hacer un auto bello la proporción es básica, es como el cuerpo humano. La Formentor, como pueden ver, tiene un largo y orgulloso capó, la proporción del frente con el resto de auto es muy seductora. La mayor parte del auto se mueve visualmente hacia atrás, lo que le da la impresión de fluidez y la proporción de los lados se enfatiza con la simpleza de las líneas”, comenta Alejandro Mesonero Romanos, director de diseño de la marca, quien nos acompaña en el viaje.
Mientras el sol baja, nosotros subimos a los barcos para cruzar al centro de Como. El aire caliente soplando en nuestros rostros nos convencía cada vez más de dejarlo todo y no volver. Llegamos al centro y caminamos hacia la calle Bianchi Giovini, a unas cuadras de la catedral, donde nos esperan en el ristorante de una estrella Michelin I Tigli in Theoria. Anochece y regresamos en la Ateca al hotel después de una cena extraordinaria y un refrescante paseo por el centro de Como. Con las ventanas abajo, disfrutamos del camino serpenteante con una renovada confianza en nuestras habilidades al volante.
La mañana siguiente nos recibe con bruma sobre el lago y un desayuno en la terraza. Tomamos espresso con un vaso de agua y admiramos la vista una vez más. Nos montamos de nuevo en las camionetas y salimos, cada vez con más destreza, a la carretera que nos llevará a Pianello del Lario. Tomamos la SS340 que recorre el lago de un extremo al otro, parando en los miradores que ofrecen una vista de la cual no se cansa uno. Cipreses, olivos y pequeñas villas flanquean la carretera. El recorrido de 50 kilómetros es espectacular y divertido, el camino se transforma en cuestión de minutos de un carril ancho, industrial y con tráfico a uno donde apenas cabe la SUV.
Llegamos al museo de la Barca Lariana, que después de estar cerrado 18 años, reabrió sus puertas el año pasado para seguir con su trabajo de conservación de barcos antiguos de Como. El museo, que antes era una fábrica de seda, alberga más de 500 barcos, entre ellos pequeñas canoas para pasear hasta el ferry más antiguo de lago Como. El objetivo del museo es reconocer la gran tradición náutica en Como, sin dejar atrás las innovaciones tecnológicas, ya que cuentan con actividades digitales y experiencias de realidad virtual para mostrar la evolución de la navegación en el lago.
Con ambos modelos, Ateca y Formentor, Cupra se posiciona como una marca astuta y joven. Su mira hacia el futuro recae en motores híbridos y engloba un concepto de lifestyle muy detallista, de ahí que hayan decidido trabajar con diversas marcas globales, desde lentes de sol hasta marroquinería fina, para destacar al cliente Cupra. Tomamos un refrigerio y nos despedimos de la historia náutica del museo. Subimos una vez más a las SUV para dirigirnos hacia el embarcadero y dar un último paseo por el lago. El día nublado no opaca la belleza del paisaje, que disfrutamos mientras tomamos prosecco y brindamos por el futuro de Cupra. Bajamos del barco en Brienno, en el restaurante Crotto dei Platani, donde nos reciben con un último almuerzo.
Comemos apresuradamente, pues el avión que nos lleva a la realidad está programado en unas cuantas horas. Éste es nuestro último viaje a bordo de la Cupra Ateca y para este punto el camino se siente casi natural. La suspensión se amolda a cada curva y eso nos permite disfrutar de las últimas vistas del lago y de Italia. En 40 minutos estamos de vuelta al aeropuerto y, sin muchos ánimos, nos despedimos de nuestra compañera en este viaje.
Cupra podrá ser nueva, pero tiene el conocimiento y peso de Seat para lograr hacer grandes cosas. Ateca y Formentor son sólo ejemplos del excelente trabajo que tiene por delante la marca española. Nos despedimos de Italia con una pizza y una copa de vino en el aeropuerto, dejando atrás dos días de ensueño que todo el mundo debería de vivir por lo menos una vez en la vida.